Semana del 1 al 5 de abril de 2024
Proponemos que, en algún momento de la semana,
antes del comienzo de la oración de la mañana y con el objetivo de trabajar la
interioridad, trabajemos con los alumnos algunas actividades pensadas para
aprender técnicas de relajación o de toma de conciencia de su propio yo…
Podemos poner música tranquila mientras llevamos a cabo esta relajación:
Podemos colocarnos sentados con la columna
vertebral recta, los brazos relajados y los hombros hacia atrás. Ponemos las manos
sobre los muslos, en posición de meditación. Cerramos los ojos y respiramos
profundamente… Sentimos cómo entra el aire al inspirar y como sale al espirar…
Inspiramos profundamente y espiramos con calma, sin realizar ningún movimiento.
Inspiramos. Mientras dura la inspiración, elevamos
el brazo derecho lateralmente hasta ponerlo a la altura del hombro y paralelo
al suelo. Notamos el estiramiento que va desde la axila hasta los dedos de la
mano. El otro brazo permanece pasivo y relajado. Espiramos muy lentamente,
haciendo descender el brazo lateralmente hasta adoptar la posición inicial. (Realizar
el ejercicio con el mismo brazo durante 10 respiraciones)
Cambiamos al brazo izquierdo y realizar la misma
actividad durante 10 respiraciones.
Finalmente, realizamos la misma dinámica,
alternando, una vez con el brazo derecho, otra con el izquierdo. Realizar 10
veces el ejercicio. Recordar que el brazo que no actúa permanece inmóvil.
Cuando terminamos de realizar la respiración
comentamos si nos hemos sentido en calma.
LECTURA: RESURRECCIÓN
DE JESÚS (cf. Jn. 20, 1-9)
María Magdalena estaba muy triste porque Jesús había muerto. Fue por la mañana a visitar su tumba, como hace la gente cuando va a llevar flores. A Jesús lo habían enterrado en una cueva, con una gran piedra tapando la entrada. Pero cuando María llegó, la piedra estaba movida, y dentro no estaba el cuerpo. Se asustó mucho y echó a correr para ir a donde estaban Pedro y Juan, los otros amigos de Jesús. Y dijo: «Oye, creo que alguien ha robado el cuerpo de Jesús».
Ellos se levantaron a toda prisa y fueron corriendo. Juan iba más rápido. Pedro iba detrás y casi perdía la respiración. Al llegar, Pedro entró el primero en la cueva. Allí vio que las telas en las que habían envuelto a Jesús estaban en el suelo, y el sudario –que es un paño con el que le habían cubierto la cabeza– estaba doblado sobre una piedra. Juan y Pedro se miraron, con los ojos brillantes de alegría. Se habían dado cuenta de que nadie había robado el cuerpo de Jesús. Por fin acababan de entender que Él tenía que resucitar de entre los muertos. Y, al descubrir que estaba vivo, después de esos días de lágrimas y tristeza, se empezaron a reír, como niños.
REFLEXIÓN…
Jesús, me imagino
lo que pesaba la piedra del sepulcro… Pero se movió y saliste. Yo también tengo
piedras que me impiden avanzar: en casa, en el colegio, con mis amigos… A veces
no me porto bien…
Pienso en esos
momentos y en que tú me vas a ayuda a mover esas piedras.
CANCIÓN: PEQUEÑOS HÉROES: HISTORIA DE JESÚS
ORACIÓN
Jesús, tú eres la luz,
ayúdanos a ser
nosotros también
luz para nuestros amigos.
CUENTO: EL
COCODRILO QUE VINO A CENAR