Semana del 28 de abril al 2 de mayo
¡Buenos días! Antes de comenzar la oración de la mañana, es buen momento para situarse en el medidor emocional... ¿Cómo te sientes hoy?
La primera es una visualización. Podemos poner música tranquila mientras llevamos a cabo esta relajación:
Podemos
colocarnos sentados con la columna vertebral recta, los brazos relajados y los
hombros hacia atrás. Ponemos las manos sobre los muslos, en posición de
meditación. Cerramos los ojos y respiramos profundamente… Sentimos cómo entra
el aire al inspirar y como sale al espirar… Inspiramos profundamente y
espiramos con calma, sin realizar ningún movimiento.
Guía a los
niños a través de la siguiente visualización (puedes expresarlo con tus propias
palabras). Imagina que te sientes feliz: imagina que te ríes y te diviertes
jugando con tus amigos o haciendo algo que te encanta. A continuación, di en
silencio: «Hoy deseo ser feliz, deseo sentirme tranquilo y contento; deseo
sentir mucho amor». Repite estos buenos deseos varias veces mientras respiras
tranquilo. Imagina que los demás niños y niñas de clase también sienten lo
mismo. Están sonrientes y felices. Diles mentalmente: «Os deseo fuerza, paz, y
espero que estéis tranquilos, seguros y contentos. Deseo que sintáis mucho
amor». Repite estos deseos en silencio mientras respiras tranquilamente.
Cuando
terminamos de realizar la visualización comentamos cómo nos sentimos y hacemos
la oración que elijamos para hoy.
En segundo lugar, proponemos utilizar la técnica del lazy eight para trabajar la respiración consciente. Podemos utilizar una plantilla para cada niño (dibujando un 8 tumbado en un folio), de forma que la tengan a mano para poder utilizar esta técnica en otro momento.
Cerramos los ojos y nos sentamos cómodamente en el suelo. Respiramos hondo y comprobamos como entra y sale el aire por la nariz y por la boca. Creamos un ambiente tranquilo. La idea es que el niño recorra la plantilla con el dedo mientras va enfocando su respiración; en la primera parte del ocho inhalará aire y en la segunda exhalará aire.
Seguimos respirando unos
instantes más.
Cuando
terminamos de realizar la respiración comentamos cómo nos sentimos y hacemos la
oración que elijamos para hoy.
LECTURA: APARICIONES A LOS DISCÍPULOS (cf. Jn. 20, 19 - 31)
Muchos de los amigos de Jesús aún no sabían que estaba vivo y pasaban mucho miedo por si las autoridades los perseguían a ellos también. Así que una noche estaban juntos en la casa que compartían en Jerusalén, con la puerta cerrada y muy asustados.
Y sin saber muy bien cómo, de golpe apareció Jesús en medio de ellos. Lo miraban sin saber qué hacer. Entonces les enseñó las manos, con las heridas de los clavos, y les dijo: «Paz a vosotros». Como esa era la forma de saludar siempre de Jesús, ya lo reconocieron, y se pusieron contentísimos. Todos hablaban a la vez, se reían, y querían entender cómo era que estaba vivo.
Cuando
se calmaron un poco, Jesús les dijo: «Mi Padre me envió al mundo para compartir
una buena noticia. Pues ahora soy yo el que os envío a vosotros, para que
contéis las cosas buenas que habéis aprendido de mí». También les dijo que les
iba a mandar el Espíritu Santo, para ayudarles. Luego desapareció tal y como
había venido.
El
pobre Tomás se lo perdió porque ese día había ido a hacer la compra, así que
cuando se lo contaron pensaba que le estaban tomando el pelo, y no se lo quería
creer. Pero ellos insistían en decírselo una y otra vez. Al final, para que le
dejaran en paz, les dijo: «Yo solo me lo creo si veo que son de verdad las
heridas de Jesús». Fue un poco bruto, pero es que Tomás era así.
Justo
una semana después, volvían a estar en la casa, y esta vez Tomás también
estaba. Y apareció Jesús, igual. También les dijo: «Paz a vosotros». Todos
miraban hacia Tomás, como si quisieran decirle: «¿Ves? ¡Ya te lo habíamos
dicho!». Él estaba que no sabía si creérselo o si seguían tomándole el pelo.
Pero Jesús mismo se acercó a él y le enseñó las manos mientras le decía: «Si
quieres, puedes ver mis heridas ya verás cómo es verdad». Pero ya ni hizo
falta, porque Tomás lo había reconocido. Y gritó, lleno de alegría: «¡Señor mío
y Dios mío!», que era su forma de decir a la vez lo contento que estaba, que le
daba pena haber dudado, que lo había echado muchísimo de menos… en fin, todo
eso y mucho más.
Jesús
dijo entonces: «Mira que eres cabezota por no fiarte de tus amigos. Has tenido
que verme para creer. Felices serán los que crean aunque no me vean así».
CUENTO: TE QUIERO UN MONTÓN
ORACIÓN:
Jesús te pedimos
por nuestra familia
y nuestros amigos.
Te pedimos
por los que lo pasan mal.
Danos un corazón grande
para querer y ayudar
a los que lo necesitan.
CANCIÓN:
ERES REY
Querido Jesús.
Hoy te pido por mi mamá.
Yo la quiero de verdad
y quisiera pedirte
que siempre la acompañes.
Ayúdame a saber demostrarle
lo mucho que la quiero.