Semana del 5 al 9 de mayo de 2025
¡Buenos días! Antes de comenzar la oración de la mañana, es buen momento para situarse en el medidor emocional... ¿Cómo te sientes hoy?
Proponemos
que, en algún momento de la semana, antes del comienzo de la oración de la
mañana y con el objetivo de trabajar la interioridad, realicemos estas dos
propuestas:
La primera es una relajación, mientras escuchamos una música tranquila:
Cerramos los
ojos y respiramos profundamente… Sentimos cómo entra el aire al inspirar y como
sale al espirar… Siéntate con la espalda recta, la cabeza erguida y los pies
apoyados sobre el suelo. Pon las manos sobre los muslos o sobre la mesa.
Deja que el
aire entre y salga muy despacio. Continúa respirando profundamente, de esta
forma, unas cuantas veces.
Coloca las
manos sobre la cabeza con los dedos pulgares taponando los oídos y los demás
dedos apoyándose suavemente sobre el cuero cabelludo. Respira por la nariz y
escucha el sonido del aire al entrar y al salir. Permanece de este modo,
contando diez respiraciones: Inspiro y espiro, uno; inspiro y espiro, dos… Poco
a poco abrimos los ojos. Cuando terminamos de realizar la relajación comentamos
cómo nos sentimos y hacemos la oración que elijamos para hoy.
En segundo lugar, proponemos otra relajación:
Siéntate o túmbate cómodo con
los ojos cerrados. Respira de forma natural, fijándote en las sensaciones que
experimentas al inspirar y al espirar. Nos frotamos las manos con
fuerza y, cuando las notemos calientes, las ponemos cubriendo nuestro rostro.
Después seguimos unos instantes tranquilos mientras escuchamos la música… abrimos los ojos, y estiramos nuestros brazos. Cuando terminamos de realizar la relajación comentamos cómo nos sentimos y hacemos la oración que elijamos para hoy.
LECTURA: APARICIÓN DE JESÚS EN
LAGO DE TIBERÍADES (cf. Jn. 21, 1-19)
Un día estaban juntos Pedro, Tomás, Natanael, Santiago, Juan y otros dos amigos de Jesús. Aún no sabían bien qué hacer, ahora que Jesús ya no estaba con ellos. Entonces a Pedro se le ocurrió:
«Me voy a pescar» –porque ellos, antes de conocer a Jesús, habían sido pescadores–.
A todos les pareció muy buena idea y se fueron con él. Pasaron toda la noche intentando pescar, pero fue un desastre, porque no picó ni un solo pez. Ya al amanecer vieron a alguien en la orilla. Era Jesús, pero ellos no lo sabían. El hombre de la orilla les dijo:
– ¿Habéis pescado mucho?
– ¡Nada! –le respondieron.
– Pues echad las redes al otro lado y ya veréis.
Lo hicieron, y pescaron tanto que no tenían fuerza ni para sacar las redes
del agua. Entonces Juan le dijo a Pedro: «Yo creo que ese es Jesús». Y Pedro se
puso tan nervioso que se tiró tal y como estaba al agua y echó a nadar hacia la
orilla, mientras los demás acercaban la barca. Cuando llegaron a la orilla, el
hombre había preparado una hoguera, y los invitó a asar algo del pescado que
habían conseguido, y se pusieron a comer juntos. Como no les decía que era
Jesús, ellos tampoco sabían si preguntarle. Era porque ahora que estaba
resucitado, Jesús parecía un poco distinto. Pero, comiendo juntos, se acordaban
de la última cena, y estaban seguros de que era él. Al acabar de comer, Pedro y
Jesús se fueron a pasear juntos. Pedro tenía muchas ganas de hablar a solas,
pues todavía se sentía fatal porque, cuando detuvieron a Jesús, él lo había
abandonado, y quería pedirle perdón. Pero antes de que pudiera empezar a hablar,
Jesús le preguntó: «Pedro, ¿tú me quieres?». Y él le contestó que sí. Entonces
Jesús le dijo: «Pues cuida bien de mis amigos». Pedro se sintió fenomenal, al
ver que, a pesar de todo, Jesús seguía confiando en él. Pero Jesús le volvió a
preguntar: «Pedro, ¿me quieres?». A Pedro le pareció un poco raro, pero
respondió lo mismo, que sí. Y otra vez Jesús le dijo: «Pues cuida bien de mis
amigos». Entonces se lo volvió a preguntar por tercera vez. Ahora Pedro se
sintió un poco triste, porque se acordaba de que también había negado a Jesús
tres veces. Y contestó, con mucha pena: «Señor, tú sabes todo. Tú sabes que te
quiero». Entonces Jesús le dijo: «Mira, Pedro, te encargo que cuides de mis
amigos. Y sé que lo harás bien. Has aprendido muchas cosas desde que eras
joven. Antes pensabas que tú podías hacerlo todo. Ahora ya sabes que tienes que
dejar que otros te acompañen y te guíen también a ti. Antes tenías miedo. Pero
sé que en el futuro estarás dispuesto a recorrer el mismo camino que yo, hasta
dar la vida». Pedro se emocionó mucho, porque comprendió que Jesús lo había
perdonado.
VIVIR COMO JESÚS
Cuando nos preocupamos por los
demás...
Cuando ayudamos al que nos necesita...
Cuando compartimos lo que
tenemos...
Así es como vivimos a la manera
de Jesús.
CUENTO: TODAVÍA NADA
A NUESTRA MADRE MARÍA
Querida
María.
Gracias por
ser
nuestra mamá
en el cielo.
Tú eres mamá
de Jesús.
Yo quiero
parecerme
cada día más
a Él.
¡Ayúdame,
María!